Antes que nada, aclaro que soy vegetariano por varias razones: políticas, éticas, filosóficas, de salud, ecológicas, etc. No quisiera juzgar la voluntad de algunos vegetarianos de hacer política-activismo sobre esta cultura fundamentalmente ética que intentamos llevar a cabo, no es mi intensión decir que son buenos o malos por intetar que otras personas dejen de comer animales o eviten su maltrato.
Lo que intento postular, es que no es necesario ser más “activista” siendo vegetariano. Es como una vuelta de rosca sobre el asunto que, por lo menos, supone una falta de humildad de parte de quien lo intenta (dando recetas de formas de actuar a otras personas) y quizá también supone una falta de fe o confianza en este estilo de vida.
Por qué digo esto? Porque creo que, más que nunca, aquí se hace valer la frase “predicar con el ejemplo”.
El ejemplo, más que la palabra, es la herramienta de cambio social y personal más potente con la cual contamos. Podríamos pasar nuestra vida escribiendo revistas sobre vegetarianismo y no convencer a nadie, pero sería dudoso que nadie de los que nos rodean, luego de meses, años o décadas, no se convenciera de que el vegetarianismo es una forma de comportamiento ética y responsable con la vida, ecológica, útil tanto personal como socialmente.
El vegetarianismo “pasivo” (por llamarlo de algún modo en contraposición con el activismo social) es tan poderoso como la naturaleza misma, es tan fuerte, e incluso un ejemplo de gran respeto por los otros seres humanos que nos rodean que aún no han tenido el coraje de hacerse seriamente la pregunta de por qué avalan con sus actos el maltrato de hermanos animales.
Alguna vez ví a Borges decir que querer tener razón era cruel, que nos pasábamos la vida discutiendo, queriendo tener razón, y entendí que al final, ese amor que tenemos o que deberíamos profesar placenteramente entre quienes nos rodean, se ve opacado por la “violencia” que entraña el querer tener razón y demostrarlo. Parece una tragedia inevitable esto de pelear por la razón, por esgrimir el tono exacto que deben tener nuestras costumbres.
He conocido gente perfectamente ética que aún come carne, maravillosos ejemplares de personas honestas, trabajadoras, pensantes, conscientes, y sin embargo comen carne. Cómo puede ser? A veces me indigno, o me creo superior por no hacerlo. Pienso que alguna vez encontrarán el camino. Y yo también, por qué no, hay muchos caminos.
Pero a veces no nos damos cuenta de que, casi cualquier encuentro relativamente profundo con otra persona, le informa a ésta sobre nuestra elección ética y ya eso mismo la pone en el camino mediante el interrogante, la sorpresa, la buena o mala noticia de que somos vegetarianos, la indignación o lo que fuere.
Haciéndola corta: pienso que el mejor activismo para el movimiento social vegetariano es el no-activismo. Es el comer responsablemente, no usar productos derivados del maltrato animal, boicotear la gran industria del sufrimiento, ponerla blanco sobre negro en nuestra vida cotidiana, pero todo esto con respeto por quienes nos acompañan, por sus ideas, costumbres y tiempos.
Salvo por breves momentos, yo lo he realizado así: observé que en general familiares y amigos terminaron respetando mi elección (a veces a duras penas de discusiones fuertes) y entonces no hice más que dedicarme a hacer de mi persona lo que quiero para el mundo: es como un auto-activismo. Así, si el mundo es violento, yo soy pacífico, si es cruel, yo soy piadoso (y cada vez menos intento tener la razón en una charla, aunque me cuesta), si es confuso, yo soy claro, si es manipulador, soy sincero, si es temeroso, junto coraje, si el mundo me devuelve tristeza y preocupación, canto una canción, siembro una semilla, me relajo al sol, retrato una mariposa para recordar que, más allá de nuestras miserias cotidianas, existen infinidad de seres hermosos que pueblan nuestros ecosistemas.
Quizá sea más poderoso mostrar la foto de una mariposa en tu jardín que atacar a un omnívoro por no ser como vos. Tenemos a nuestro favor la amistad de la aliada más contundente que existe en el Universo, deberíamos ir de su mano, observarla, imitarla y contarle a todo el mundo lo maravillosa que es, lo misteriosa y complicada, y a la vez tan cristalina. Nunca debemos olvidar que la Naturaleza está antes que nosotros.
El sonido de un campo con sus aves cantando puede ser más transformador que cualquier panfleto político. Nuestras artes son pobres ante ella, no pueden ser más verdes que su verde, ni más gloriosas que sus puestas de sol, ni más esperanzadoras que un simple amanecer.
Y por qué entonces rodeamos nuestras ideas de artificios? Pienso que será bueno tomar la posta de la “forma natural” de comportarse, de ese hacer poderoso que es el ejemplo, de esa acción transformadora que deja las marcas más profundas en las personas.
El vegetarianismo, para mí, es como una mariposa que raramente llega hasta vos, sólo se revela si vas en su búsqueda.